domingo, 14 de noviembre de 2010

Eufemia Otamendi. La Pastora de los Pobres.

En el XIX Congreso de Historia Regional que organiza el Gabinete Marplatense de Estudios Históricos, llevado a cabo en la Biblioteca Ratery de Mar del Plata en setiembre de 2009, se presentó el trabajo "Eufemia Otamendi. La Pastora de los Pobres." Desarrollándose en el mismo una reseña de la vida de la fundadora de la Obra Divina Pastora y como ella se ha extendido y perdurado hasta nuestros días . He aqui una extracto del mismo.

"Eufemia Otamendi, perteneció a una de las familias de mayor arraigo en el territorio bonaerense. Su nombre y el de su obra son referencia obligada en el estudio de la historia de las localidades de Mar del Sud y Mechongué. Evocar a la Madre Eufemia supone hacer referencia a su obra humanitaria ante todo, y luego, al profundo desarrollo cultural, social y educativo que imprimió en los lugares que frecuentó.
La obra se instala definitivamente en la zona en el año 1925 en el casco de la estancia "La Eufemia" que le fuera legada por su padre Fernando Otamendi. Con la colaboración de la joven docente María Elena Bidart, y bajo la asistencia espiritual del Pdre. Francisco de Bizcarret, emprenden la tarea de evangelizar "la campaña". En el año 1931 comienza la construcción de la capilla que habrá de ponerse bajo la advocación de la Divina Pastora. Adquiere para tal fin un horno de ladrillos que no solo utilizará en sus obras sino tambien en colaboraciones que permanentemente hará en muchos de los edificios públicos de por aquel entonces. Tales son los casos del destacamento policial de Mar del Sud, la capilla Santa Teresita de Otamendi, entre otros. Ya en el año 1958 se inaugura el colegio primario en el casco de la estancia.
En el año 1966 la obra se instala definitivamente en Mechongué, mediante la inauguración del jardin de infantes Juan XXIII. Al año siguiente habría de inaugurarse el primer instituto de enseñanza media, por muchos años el único de la zona.Lamentablemente Eufemia no pudo contemplar el egreso de la primera promoción de alumnos ya que falleció el 2 de junio de 1971 dejando a toda una comunidad sumida en una sensación de orfandad.
Lejos de cesar o detenerse, la obra crece día a día. Hace poco más de un año se inauguró la Posta Sanitaria en el casco de la estancia para brindar atención a los ciento veinte niños que allí se alojan, muchos con familias en situación de riesgo social.
Eufemia Otamendi eligió una vida despojada de bienes materiales, eligió servir y dar todo por aquellos que más lo necesitan. Hoy en día su obra permanece incólume y es un oasis en el duro trajinar de la vida moderna, al que muchos peregrinos acuden en busca de calma, ahí siempre encontrarán una mano tendida, un lugar para la reflexión. Eufemia Otamendi, la "niña Eufemia", la "madre Eufemia", vivió sirviendo a sus creencias, a su Divina Pastora (advocación bajo la cual fue puesta la Obra) y lentamente se fue convirtiendo en la "pastora de los pobres".

Emilio Garbiso. La Chata Grande.

Emilio Garbiso a los 16 años manejando la chata. 1923.
Archivo Museo Municipal Punta Hermengo, Miramar.


En el Museo Municipal “ Punta Hermengo” ubicado en la ciudad de Miramar, específicamente en el Bosque del Vivero Dunícola Florentino Ameghino, partido de Gral. Alvarado, se encuentra en exhibición para asombro y deleite de visitantes y turistas un objeto casi único en su especie. Desde el mes de octubre del año 2000 se halla emplazado el transporte de carga conocido como “Chata Vieja” o “Chata de Garbiso”.
   El acercarnos a contemplar la historia de esta magnifica pieza nos permite visualizar el arduo modo de trabajo de una Argentina que en la actualidad pudiera parecernos muy lejana. Tiempos en los que según el relato de los propios testigos los caminos eran profundas huellas que se abrían en la región pampeana .
   La historia de la “Chata de Garbiso”, “Chata Vieja” o, como realmente había sido nombrada por su propietario “La Bienvenida, está ligada a la vida y la historia de quien  no solo fuera su conductor o manejante como se dice en la jerga sino quien además fuera hasta el último de sus días su mas fiel custodio Don Emilio José Garbiso. Éste, fue consciente del valor histórico de la “Chata Vieja” de ahí su interés de donarla al museo para que  pudiera ser preservada. Para que allí se levantara como documento vivo y tangible de un modo de vida y de trabajo que hoy  aparecen para nosotros desconocido.  Don Emilio,  lejos de cualquier mezquindad prefirió convertirla en un objeto de inestimable valor de nuestro patrimonio cultural y sin dudarlo, donó no solo la chata sino que con enorme generosidad, también donó el aperaje completo, en el mayor de los casos realizados por él mismo, así como otros objetos utilizados en su vida como carrero o chatero de igual valor documental e histórico; tales como el crique, el farol, el látigo, entre otros.


Emilio Garbiso en el homenaje realizado por el
Club Defensores de Miramar.